jueves, 21 de junio de 2012

CUENTO REALISTA



Imposible de olvidar
              
              Era la mañana del lunes 27 de noviembre del 2009, y yo, Roger Olivera, me había despertado temprano porque debía rendir el examen de fin de curso.Mi mamá no sabía de esta prueba, porque yo le había dicho que no tenía deberes ni nada para entregar en la semana. Así que me fui a la plaza a jugar al fútbol con mi mejor amigo, Manu, y me olvidé del examen.                           
               Cuando finalmente, después de haber mirado el techo por diez minutos, me levanté. Mi mamá entró a la pieza para alcanzarme el uniforme del colegio y vio que estaba despierto. Me vestí. A la hora de desayunar mamá me notó nervioso y preguntó por qué lo estaba, respondí con voz tímida que tenía la prueba de fin de curso.                                                             
               Ella me retó porque le había dicho que no debía estudiar ni hacer deberes… 
               Eran las 7:45hs. entro al colegio a las 8:00hs. Así que me fui muy triste, me quedaban cinco cuadras.                                                                                             
               Llegué a las ocho en punto, todavía faltaba una hora y media para el examen.            
               Era en la clase de matemática cuando vino la directora a avisarnos que después del recreo de las 9:00hs. fuéramos al aula 18.    
     
                Sonó el timbre del recreo, salí al patio y mi amigo Manu, vino hacia mi, y preguntó:                      
 -¿Estudiaste?
-No. Respondí.
                Manu se fue a jugar. Escuché el timbre de finalización, y todos fueron al aula 18. El examen se pasó muy rápido, pero, como mi apellido comienza con O, fui uno de los últimos 
                Luego del examen llegué a casa, mamá me esperaba con un rico plato de puré con salchichas.                                                                                                                                                      Ella me preguntó como me había ido, y yo, con una triste voz, conteste:   
 - Mal…‘’Estoy aplazado’’ dije después de unos minutos.                                                        
                A partir de ese día, siempre dije la verdad e hice deberes como correspondía.  Esa vez, ese día, fue algo imposible de olvidar…   
Julieta Viliguer

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