lunes, 25 de junio de 2012

CUENTO REALISTA



Día raro…
               
                 Un día como cualquier otro, me levanté, y fui a la cocina a desayunar. Mamá siempre me esperaba con la comida lista. Pero hoy, no había nada arriba de la mesa. ¡Se quedó dormida! Me dije a mi mismo, claro estaba acostada en su cama… Fui para despertarla, así me ayudaba con el desayuno, pero ella ni un ‘’hola’’. No discutí más, me fui a la escuela, que por suerte faltaba poco para que terminen las clases.                                                              Cuando llegué, me di cuenta  que era el examen de fin de curso.
              - ¡No estudié nada! Exclamé. Me puse muy nervioso, tenía mucho miedo. Estuve en la escuela esperando casi tres horas, en vez de aprovechar para estudiar, me entretuve viendo los afiches coloridos de la sala. De repente escuché mi nombre
   -¡Llegó la hora!
                Me acerqué al profesor, y comenzó lo peor… Me preguntaron muchas cosas. Sentí la transpiración en todo el cuerpo. Me di cuenta de que de esas cosas no sabía nada. Me quedé  sin palabras. De golpe me distraje y recordé lo que había ocurrido a la mañana con mi mamá… Me sentí muy triste.                                                                                                                                          
             También recordé cuando llegué a la escuela y le dije a mi amigo...
-¿Qué día es?
-‘’Martes 13’’ -(contestó con mucha obviedad)
- Día del examen de fin de curso… ¿No estudiaste?
No respondí nada. Seguí caminando. Entre mis pensamientos escuché una voz:
-Señor, ¿puede concentrarse? Lo hice pero no sabía qué responder…                                                                Cuando volví a mi casa me encontré con la mesa preparada con una merienda riquísima. Mamá me pidió disculpas por lo que había pasado  a la mañana. Y allí le conté lo que me había pasado, ‘’ Hoy en la escuela me aplazaron’’.
               Mamá me miró,  se enojó y me dijo: por no estudiar, estás aplazado, vos ya sos grande… sabés qué hacer…

Mijal Dlugovitzky

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